CAMINAR CON FE: LAS ESTACIONES DEL ALMA

La vida, como el Vía Crucis, está marcada por estaciones. Momentos de luz y sombra, de tropiezos y redención. En tiempos como la Semana Santa, se nos invita no solo a recordar un camino antiguo, sino a reconocer nuestro propio recorrido interior.
Cada estación del Vía Crucis representa algo más que un paso en la pasión de Cristo. Es también un espejo de nuestras luchas, dolores, esperanzas y transformaciones. Al igual que Jesús, nosotros también caemos, cargamos cruces, recibimos ayuda inesperada y vivimos pequeños resurrecciones.
Primera estación: El llamado a aceptar
Hay momentos en los que, sin elegirlo, la vida nos pone frente a una cruz. Una pérdida, una enfermedad, una ruptura. Y aunque al principio nos resistimos, caminar con fe implica aceptar lo que llega sin perder la esperanza.
Las caídas: Humanidad y compasión
Caer no es fracasar. Es parte del camino. Y cada caída nos recuerda que somos humanos. Como Jesús, podemos levantarnos, a veces con ayuda, a veces con la sola fuerza del corazón. La fe no elimina el dolor, pero le da sentido.
Encuentros que transforman
A lo largo del camino aparecen personas que nos tienden una mano, una palabra, un gesto. Estos encuentros son regalos del alma, recordatorios de que no caminamos solos.
El silencio que habla
Algunas estaciones son silenciosas. No hay milagros, no hay palabras. Solo el acto de seguir. A veces, la fe más profunda es aquella que se manifiesta en el simple hecho de no detenerse.
El Calvario personal
Todos tenemos nuestro Gólgota: ese momento en que sentimos que todo se ha perdido. Pero incluso allí, en la cima del dolor, hay espacio para el perdón, para el amor, para un susurro de confianza en que la historia no termina ahí.
La resurrección interior
Y entonces, algo nuevo nace. Puede que no sea al tercer día, ni como lo esperábamos. Pero si caminamos con fe, llegará un día en que veamos con otros ojos. La vida nos resucita desde dentro.
Un llamado a vivir desde el alma
Caminar con fe no significa tener todas las respuestas. Significa confiar, incluso cuando el camino se nubla. Significa creer que cada estación del alma tiene su propósito. Que cada paso —aunque duela— nos acerca más a nuestro ser más profundo, más amoroso, más despierto.
En esta Semana Santa, y en cada día de tu vida, te invito a mirar tu propio Vía Crucis con compasión. A honrar tus estaciones. Y sobre todo, a caminar con la certeza de que la luz siempre vuelve.